Estimados miembros de Akasha Comunidad:
Desde tiempos ancestrales, el humano ha tenido muy clara la importancia de los muros para proteger ciudades. Pienso en la época medieval, con la aldea cercana al castillo, protegida por sendos muros de piedra, conteniendo los ataques de vecinos-no-tan-amables (¡ay, la agresión humana!). Claro, un muro protege lo que está dentro de sus fronteras, pero si lo que está dentro queda completamente aislado, no podría sobrevivir. Ese es el éxito de los asedios, al fin y al cabo. La gente de la aldea y del castillo medieval moriría si no tienen una puerta o una reja que permita salir y entrar; claro, de forma controlada. Así pueden entrar insumos y mensajeros, y pueden conocer dentro lo que ocurre fuera, para prepararse y reaccionar correctamente; también pueden salir mensajeros y pueden sacar basura o aquello que no desean tener.
Ya me imagino a algunos leyendo el párrafo previo y rascándose la cabeza mientras tratan de adivinar por dónde irá el mensaje que quiero compartir con ustedes. Sí, me gusta la historia, y me fascina la historia medieval, pero hay más que eso en mi intención. Mi mensaje va de rejas. Específicamente, de unas rejas que están en la membrana celular (imaginen a la membrana como el muro de la aldea medieval). Las rejas moleculares de las que quiero escribir hoy se llaman canales nucleotídicos activados por hiperpolarización (HCN, por sus siglas en inglés). Se trata de proteínas que forman canales (o rejas) iónicos, y que son expresadas (recuerden que ‘ser expresado’ significa que el gen que contiene la información para producir esa proteína es transcrito y el ARNm específico es traducido a proteína) en tejidos ‘excitables’. No hablo de forma figurada, y no me refiero a la palabra excitable como apasionado o fogoso, sino a su acepción fisicoquímica: tenemos tejidos conformados por células que polarizan (cambian las cargas eléctricas) su membrana. Esta polarización celular permite cambios físicos en el tejido.
Un tejido excitable de nuestro cuerpo es el del músculo del corazón. En ese tejido, las “rejas” HCN se expresan en células llamadas “marcapasos” (en inglés: pacemaker cells) y permite que se generen oscilaciones eléctricas espontáneas rítmicas. De ahí que el corazón se contraiga de forma rítmica y mande la sangre no oxigenada hacia los pulmones y la sangre oxigenada hacia todo el cuerpo. Las células marcapasos no son las únicas que expresan a las “rejas” HCN en su membrana. Las neuronas también lo hacen, y su acción es imprescindible para poder mandar los mensajes eléctricos a otras neuronas (es decir, la transmisión sináptica).
En resumidas cuentas, estas “rejas” HCN son indispensables para que el corazón funcione adecuadamente y para que el sistema nervioso funcione adecuadamente. Así de sencillo.
La apertura y el cierre de las “rejas” HCN son regulados por el AMP cíclico (AMPc). Tal vez recuerden haber estudiado esto en la preparatoria, pero si no, rápidamente les digo que el AMPc es el adenosín monofosfato cíclico, un nucleótido que actúa como un segundo mensajero para la célula, por lo que participa de muchos procesos biológicos. Se forma cuando el adenosín trifosfato (ATP; la “moneda” de cambio) es alterado por una enzima que lo rompe y le quita a los fosfatos. Al AMPc pueden imaginarlo como el guardia de la reja; su función es abrirla.
‘Y, ¿qué importa saber sobre las “rejas” HCN?‘ – Pensará más de un impaciente. Importa porque precisamente son las HCN las que están involucradas con un fenómeno que tal vez les suene conocido: la muerte súbita inesperada.
Quiero aclarar que morir es algo normal. Todos vamos a morir en algún momento. Sin embargo, las muertes suelen tener una explicación. Si alguien recibe un balazo en el centro del corazón o entre los ojos, no es inesperado que muera súbitamente. Si alguien tiene las arterias coronarias (las que llevan la sangre oxigenada al corazón) casi tapadas por capas de grasa producto de unos pésimos hábitos alimenticios (se los aseguro; aunque lo ofrezcan como premio a quienes se inoculen contra COVID-19, no son sanas las donas ni las hamburguesas de los restaurantes de comida rápida), no es inesperado que muera súbitamente porque le dio un infarto cardíaco. Si alguien tiene un aneurisma (debilidad de la pared interior de un vaso sanguíneo en el cerebro), no es inesperado que caiga muerto súbitamente por una hemorragia intracraneana. Si alguien es mordido por una nahuyaca (también conocida como víbora cuatro narices) o una mamba negra, o es tocado por los tentáculos de una fragata portuguesa, no es inesperado que muera rápidamente aunque haya estado sano antes de su encuentro con ese animal peligroso. Lamentable y desgarrador para sus seres amados, pero de inesperado, nada.
Eso sí, morir de forma súbita cuando no existe ninguna condición médica o evento previo que lo explique, no es normal. A menos de que se haya colado algún comemuerte del equipo de Voldemort y le haya aplicado la de Avada Kevadra al ahora muerto, caer muerto ‘súbita e inesperadamente’ no es normal, ¿no les parece?
Entonces, ¿cómo explicar las muertes súbitas e inesperadas que están ocurriendo desde inicios de 2021? ¿Acaso será debido al cambio climático, que parece ser el chivo expiatorio imperfecto que usa con singular alegría el equipo adeptoalanarrativaoficial? No, lo siento, las variaciones térmicas (pa’ arriba y pa’ bajo) no ocasionan muerte en alguien sano. Somos homeotermos, ¿lo recuerdan? Claro, para aquellos que no son humanos, sino reptiles, comprendo que les preocupe que la temperatura pueda bajar en invierno y subir en verano, pero los humanos, al ser mamíferos, no tenemos ese problema.