Vacunas intranasales basadas en Spike

Vacunas intranasales basadas en Spike podrían tener problemas de seguridad.

Estimados miembros de Akasha Comunidad:

Como ya he explicado en numerosas ocasiones, los virus patógenos que infectan vía las mucosas activan las respuestas inmunes mucosales. Estas difieren de las respuestas sistémicas ya que, en los individuos sanos, están estrechamente reguladas las respuestas que ocurren para evitar inmunopatología. En otras palabras, en un momento específico en el tiempo, las respuestas inmunes que ocurren en las mucosas no tienen por que ser iguales que las que ocurren en el organismo entero. Si pensamos, por ejemplo, en el agente viral asociado con la enfermedad conocida como Poliomielitis (Polio virus; familia Picornaviridae, género Enterovirus… primo hermano del virus de la Hepatitis A), su transmisión es a través del contacto de la mucosa oral con materia contaminada con heces que contengan viriones de polio virus (vía fecal-oral). En más del 95% de los casos, se queda la infección en el intestino, y es una infección aguda. La inmunidad exitosa contra el polio virus, por ende, es mucosal entérica. Se activan casi inmediatamente las respuestas innatas (inflamación, fagocitosis de células dañadas, presentación de antígenos) y en unos 10 a 15 días ya están operando las respuestas adaptativas (linfocitos T y B efectoras y de memoria). La inmunidad es duradera (de por vida, de hecho) y efectiva, incluso hacia los otros serotipos de polio virus. En un porcentaje bajo de casos, los viriones logran cruzar hacia la sangre debido a cambios fisicoquímicos en el ambiente intercelular y pueden ser transportados hacia el sistema nervioso central (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22529845/). Cuando eso pasa puede llegar a ocurrir el cuadro conocido como polio paralítico o el polio respiratorio. Las vacunas contra polio son de dos tipos: la oral (Sabin; hechas de virus vivo atenuado), que estimula la inmunidad mucosal entérica (sobre todo, la producción de anticuerpos tipo IgA secretores), y la intramuscular (Salk; hecha de virus inactivado), que estimula la inmunidad sistémica (sobre todo, la producción de anticuerpos tipo IgG). De estas vacunas, la que detiene el contagio y, por lo tanto, la infección, es la oral (vacuna Sabin), no la inyectada (pueden ver: https://www.cdc.gov/cpr/polioviruscontainment/diseaseandvirus.htm). Esto se sabe desde hace décadas. Es, sencillamente, inmunología básica.

Por eso, cuando comenzaron a salir las noticias sobre las vacunas contra COVID-19 que se estaban diseñando, fue sorprendente que, a pesar de tratarse de “la estrategia mundial para erradicar al virus”, todas las vacunas autorizadas por emergencia, sin excepción, fueran intramusculares (además de que todas, con la excepción de un par de vacunas de virus completo inactivado, se basaran solamente en una de las más de 19 proteínas inmunogénicas del virus). Iba a ser imposible detener el contagio y la infección con esas vacunas. Cualquier estudiante de inmunología que se permita pensar por sí mismo lo sabría.

Tiempo después comenzó a escucharse acerca de algunos candidatos vacunales que serían de aplicación intranasal. Tiene sentido, ¿no? Si se busca generar inmunidad mucosal respiratoria, pues entonces se requiere la vacuna intranasal. Pero… tampoco es necesariamente una buena idea en el caso de las vacunas que se están desarrollando. ¿Por qué? Porque resulta que una sola dosis intranasal de la proteína Spike de SARS-CoV-2 es suficiente para ocasionar daño olfativo, inflamación y disfunción olfativa. Esto fue reportado en un estudio recién salido del horno, publicado en la revista Brain Behaviour and Immunology (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35307504/). El estudio, realizado por Kraus y colaboradores analizó el efecto de la aplicación intranasal de la proteína Spike de SARS-CoV-2 en un modelo animal: el pez cebra.

El objetivo del estudio no tenía nada que ver con las vacunas, pero los resultados de la exposición intranasal a Spike, que incluyeron pérdida de cilios del epitelio nasal, hemorragias y edema, además de disfunción electrofisiológica indicativa de pérdida de olfato, evidencia histológica y molecular de pérdida generalizada de expresión de receptores olfativos y respuestas inflamatorias severas, fueron suficientes para que los autores reconocieran que podría haber implicaciones para las vacunas intranasales basadas en Spike de SARS-CoV-2. Por supuesto, ya sabíamos que Spike, que es uno de los factores de virulencia (factores que causan daño) más importantes del virus SARS-CoV-2 ocasionaba por sí solo, sin necesidad de estar en la cápside del virus, daño (por ejemplo: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35143839/), lo cual sirve como una de las muchas bases mecanísticas que ayudan a comprender los eventos adversos asociados con la vacunación COVID-19 a la fecha.

Los hallazgos del estudio de Kraus y colaboradores son semejantes a otros dos publicados en 2021, uno elaborado por Colunga Biancatelli y colaboradores (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34156871/) y otro por Solopov y colaboradores (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8239585/), quienes encontraron que una sola administración de la subunidad S1 de la proteína Spike de SARS-CoV-2 por vía endotraqueal a ratones transgénicos (ratones que expresan el receptor humano de SARS-CoV-2, ACE2), en tan solo 48 horas ocasionaba una marcada baja en masa corporal y a las 72 horas una inflamación bronco alveolar muy severa con engrosamiento de los septos (paredes) alveolares (lo que hace muy complicado el intercambiar el oxígeno del ambiente con la sangre). En otras palabras, les generó la exposición a Spike por la vía respiratoria un cuadro neumónico severo. Los autores no estaban abordando nada relacionado con la vacunación en su estudio, pero en ciencia es necesario que se encuentren y comprendan los resultados que, aunque no sean directamente relacionados con lo que uno estudia, son relevantes para ello.

En este caso, es muy relevante comprender que Spike por vía respiratoria (nasal, por ejemplo) puede ocasionar daño. Es relevante porque ahora se empieza a escuchar, y mucho, acerca de “nuevas vacunas intranasales” contra COVID-19. No hay ninguna vacuna intranasal dentro de las 37 vacunas autorizadas/aprobadas, a la fecha, pero ya hay cuatro vacunas intranasales listadas como candidatas (en alguna fase de ensayo clínico; si tienen curiosidad, pueden ver https://www.raps.org/news-and-articles/news-articles/2020/3/covid-19-vaccine-tracker). Y, además, ya comienza a ser publicada la necesidad de vacunas intranasales; por ejemplo, https://www.thelancet.com/journals/ebiom/article/PIIS2352-3964(22)00025-1/fulltext, revisión en donde al menos reconocen los autores que no tenemos suficiente información sobre la seguridad de estos productos. Esto, sin embargo, no ha evitado que ya se esté gestando la “carrera” por desarrollar y aplicar vacunas intranasales como estrategia para (dos años después de declarada una pandemia y tratándose de un virus con una baja tasa de letalidad por caso y con diversos protocolos preventivos y de tratamiento eficaces, seguros y económicos) contemplar vacunar por vía intranasal a quien se deje convencer (https://www.biopharma-reporter.com/Article/2022/02/16/a-nose-ahead-intranasal-vaccines-champion-advantages-over-traditional-injections; https://medicine.yale.edu/news-article/nasal-approach-to-covid-vaccination-gains-traction-at-yale/), sobre todo pensándolo como un “refuerzo” a los vacunados ya reforzados por vía de repetidas inyecciones en el músculo deltoides, como hicieron en ratones transgénicos en esta publicación (https://www.nature.com/articles/s41541-022-00451-7), incluso a pesar de haber encontrado señales de problemas de seguridad (como, igual que los estudios que cito arriba, inflamación pulmonar). Así que no debiera sorprendernos que ya hayan comenzado muchos ensayos clínicos para probar la “eficacia” y la seguridad de diversas vacunas candidatas intranasales (https://www.medscape.com/viewarticle/967753), incluyendo la candidata mexicana Patria (https://expansion.mx/opinion/2022/02/21/la-vacuna-patria-se-administraria-por-la-nariz).

Tal vez algunos lo vean como un avance: una aplicación menos invasiva debe de ser menos dañina, y sí, en muchos sentidos se podría especular que sí. Por ejemplo, si la vacuna es aplicada por la ruta intranasal (seguramente se basará en Spike o en tecnología para que nuestras células generen Spike, dado que es lo que están haciendo todas las farmacéuticas), los eventos moleculares y celulares desencadenados por la exposición al Spike vacunal que ya he descrito y compartido las referencias anteriormente en este canal y en seminarios, no se esperarían que ocurrieran a nivel sistémico, como ocurren con las vacunas actuales. Sin embargo, el asunto central es mucho más profundo, y se puede plantear como una pregunta: ¿Por qué seguir insistiendo que hacen falta estas vacunas para “blindarnos” de un virus que ya es endémico – como muchos otros virus – que tiene una estacionalidad esperada, que tiene una baja tasa de letalidad, al que ya ha sido expuesta una buena parte de la población (y por ende, ya cuenta con inmunidad generada por vía natural a la infección) y para el cual ya se conocen muchos tratamientos basados en la patogenia (desinflamar, regular o modular el sistema inmune, proteger endotelios, evitar coagulación patológica, controlar radicales libres, etc.) y que también puede ser fácilmente prevenido con protocolos profilácticos (compartidos aquí por colegas médicos)? Algo me dice que encontrar cada uno la respuesta a esta pregunta será clave para que, poco a poco, dejemos de vivir en el constante estado de miedo, desde el cual siempre será fácil manipular y convencer de cosas que no siempre son benéficas, y que, en muchos países, se volvieron obligatorias.

Espero que esta información les sea util y les mando saludos, Karina AW

/https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/22529845/

Comparte este contenido: