Estimados miembros de Akasha Comunidad:
Durante clase de Epidemiología, cuando veo con los estudiantes la unidad sobre estudios epidemiológicos de caso-control y ensayos clínicos, una de las cosas que me es más importante es que comprendan lo que nos dicen esos estudios y lo necesario que es que se identifiquen y comprendan sus limitaciones y sus sesgos.
En los estudios clínicos se determina, por ejemplo, la eficacia, que no es otra cosa más que la ‘reducción en el riesgo relativo’. Es decir, que no es que hubieran engañado al público al decir que la inyección ‘anti-COVID’ de Pfizer “mostró una eficacia del 95%” (como indicó el estudio de Polak y colaboradores en el 2020). No; el engaño está en lo que el público entiende (y muchos alientan a que esto siga siendo así) que es la eficacia. La mayoría de la gente interpreta la eficacia como que indica que tanto están “protegidos”. Y el problema es que esa no es la historia completa. Faltan dos datos indispensables de conocer:
1) ¿Cuál fue el resultado que se midió? En el caso de estos ensayos clínicos, fue: tener signos y síntomas de COVID que se “confirmaran” con la prueba de PCR. Es decir, no evaluaron el riesgo de infectarse, ni de desarrollar enfermedad grave, ni de requerir ser hospitalizado, ni – mucho menos – el riesgo de morir ‘de COVID’ (aunque los medios, médicos, algunos dentistas y demás se la pasaron anunciando que si te inoculabas no te infectarías – aunque ahora digan que no lo dijeron, la evidencia escrita y hablada en vídeos queda – y les hicieron creer que se estaban protegiendo como si se tratara de un traje de súper héroe). 2) Al referirse a una reducción en el riesgo relativo, esto implica que los que estuvieron en el grupo inoculado tuvieron 95% menos riesgo de que tuvieran signos y síntomas de COVID en relación con lo que se observó en los participantes del grupo placebo. Vale, pero ¿qué significa esa reducción del 95% del riesgo para un individuo en particular?, y eso es lo que nos lleva a aquello del riesgo absoluto. Una reducción del riesgo relativo del 95% es importante si la probabilidad de tener signos y síntomas de COVID es alta para una persona, en ese caso, una reducción del 95% podría ser importante; pero si la probabilidad es baja, entonces ese 95% no significa mucho, la verdad. Esto lo intenté explicar al público desde febrero de 2021 (https://www.youtube.com/watch?v=8urAr6gMC3g o https://odysee.com/@akashacomunidad:0/dra.-karina-acevedo-whitehouse.-21-de:7 Minuto 10:51), pero muchos, incluyendo algunos colegas que uno esperaría que tuvieran claros esos conceptos, no parecieron poder comprender la diferencia entre la reducción en el riesgo relativo y la reducción en el riesgo absoluto. Si fuera solamente una clase y se tratara de estudiantes de difícil entendimiento o cerebro refractario al conocimiento, lo vería como un desafío, pero, lamentablemente, no es una clase, y las consecuencias de no haber entendido esta diferencia incluyen muertes. Voy a poner un ejemplo que creo que lo hará más entendible: imaginemos que les dice un anuncio de televisión que una farmacéutica ha desarrollado un nuevo medicamento (llamémosle “estultolucrix”) para mujeres embarazadas o para aquellas que tal vez quieran embarazarse en el siguiente año, que evita en 99.99% la ocurrencia del síndrome de Progeria Hutchinson-Gilford (HGPS, por sus siglas en inglés) en su bebé. Es una enfermedad también conocida como síndrome de la vejez prematura y las imágenes que presenta el anuncio de niños con esa enfermedad son impactantes. En el anuncio les dicen, con voz cavernosa, que, además, el riesgo de que tengan un infarto los niños que nacen con HGPS es alta, y les recomienda a todas las mujeres embarazadas que vayan a ver a su médico para que les recete inmediatamente ese medicamento, porque ‘nadie quiere que nazca así su hijo’. [Nota importante: seguimos en el ejemplo, todo esto es inventado – que yo sepa, no existe un medicamento así]. Entonces, antes de que vayan corriendo a su médico a pedirle este medicamento inventado porque les aterró que su futuro hijo pueda nacer así, quizás quieran preguntarse qué tanto riesgo tienen de que naciera así su hijo. Porque, han de saber que no todos tienen el mismo riesgo: es una enfermedad genética, que depende de que ambos progenitores tengan una mutación particular en el gen LMNA, de forma que el bebé tenga ambas copias del gen con la mutación. Y, ¿qué tan común es que nazcan bebés con ese síndrome? 1 de cada 20 millones de bebés que nacen lo tienen. Es decir, es muy infrecuente, y esto es porque pocas personas en el mundo tienen esa mutación; de hecho, está presente en la población humana a una frecuencia menor a 0.06%… muy pocos lo tienen, y la probabilidad de que ambos progenitores lo tengan es mucho menor. En cualquier caso, si les preocupa tanto, podrían los padres investigar si tienen esa mutación. Así que si se van a aplicar este medicamento hipotético porque están aterrados de la enfermedad (que no conocían hasta que vieron el anuncio) y quieren que su hijo tenga 99.99% de probabilidad de no tener ese síndrome, entonces no entendieron nada de lo que intento decirles, y son y serán presa fácil para lo que las farmacéuticas quieren: vender. Porque si los dos progenitores carecen de esa mutación, el riesgo de que su hijo nazca con HGPS sin haberse inyectado el fármaco es cero (0%), y una reducción de 99.99% de cero sigue siendo cero. Si, en cambio, ambos progenitores tienen la mutación, el riesgo de que su hijo tuviera ese síndrome es del 25% (es decir, uno en cuatro). Tal vez ahí se entiende que reducir las posibilidades en 99.99% podría valer la pena, porque en vez de 25% de riesgo ahora tendrían solo 0.75% de probabilidad de que naciera su bebé con ese síndrome. Tal vez algunas personas estén pensando como parte de este ejercicio hipotético, ‘bueno, pero si el riesgo era bajo y me apliqué la inyección, no pasa nada, simplemente no le dio ningún beneficio a mi bebé y ya’. Pero no necesariamente es así. Más allá del hecho de que pagaron dinero por algo que no necesitaban (cosa que les agradece mucho la farmacéutica hipotética), tendríamos que preguntarnos ‘¿Cuáles son los efectos adversos y consecuencias de haber recibido ese fármaco?’ y es donde tenemos que hacer un análisis costo beneficio. Y eso solo lo podemos hacer si se conocen todos los efectos adversos y consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Si resulta que el medicamento se aprobó luego de escasos dos meses de estudios, pues, imagínense la cantidad de vacío de información que hay para poder comprender todos los efectos adversos posibles. Saliendo del ejemplo hipotético y regresando a la vida real, lo del riesgo relativo de tener signos y síntomas de COVID es parecido. No todos tienen el mismo riesgo. Es bajo, de hecho. Y se vio en el estudio mismo que fue publicado en 2020 y que expliqué en la charla de febrero de 2021 (https://www.youtube.com/watch?v=8urAr6gMC3g o https://odysee.com/@akashacomunidad:0/dra.-karina-acevedo-whitehouse.-21-de:7 Minuto 10:51). Fíjense cuántos participantes tuvieron signos y síntomas de COVID durante el estudio, en ambos grupos, y fue poquitito: 8 de 21,720 (en el grupo inoculado) vs. 162 de 21,728 (en el grupo control). Visto así, como la reducción del riesgo relativo (es decir, la eficacia) nos da el 95%. Eso se calcula así: 8/21,720 entre 162/21,728, y el resultado se multiplica por 100, lo que da 4.94%, y si al 100% le resto 4.94% me da 95.06%, et voilá, ahí está mi eficacia. ¡Qué saquen sus carteras los presidentes de los países y que la gente corra a formarse para recibir la inyección! ¿No? Pues, ¡no! Porque primero hay que saber cuál es el riesgo que se corría de tener síntomas y signos de COVID, y eso se calcula así: (ojo, que no lo digo yo, lo dicen todos los libros de Epidemiología desde los años 50s al menos): 8/21,720 menos 162/21,728 y el resultado se multiplica por 100, lo que da 0.7%. ¿Y eso qué significa? Que, en realidad, en ese grupo de personas [que eran todos adultos sanos entre 18 y 65 años (la gran mayoría, con algunos pocos de hasta 85 años), sin comorbilidades, sin infección previa de SARS-CoV-2] durante los dos meses que duró esa fase del estudio, tuvieron signos y síntomas de COVID repoquitos: 0.03% en un grupo y 0.74% en el otro, y la reducción en el riesgo es la resta entre estos dos riesgos: lo que es menos de 1%. ¿Recuerdan el ejemplo hipotético del estultolucrix? Si el riesgo es bajito, entonces incluso una reducción de 95% no significa gran cosa. Y ahí se vuelve central contemplar que si no reduce mucho el riesgo de tener signos y síntomas, entonces ponerse esa inyección forzosamente debiera llevar la atención hacia el riesgo de los efectos adversos. Y el asunto es que en ese primer informe de Pfizer que tanto alardearon los medios y que los gobiernos usaron para pasar como relámpago sus autorizaciones de emergencia, parecía que no había un alto riesgo de efectos adversos. Al menos durante esos dos meses, reportaron que sus pacientes estaban vivitos, coleando y felices. Esto me lo espetó en la cara una de las dos personas que ‘dialogaron’ conmigo (menos mal que estábamos en una reunión virtual porque creo que hasta gotitas de saliva echo por el enojo que tenía) durante un intento de debate en diciembre de 2020: https://odysee.com/@akashacomunidad:0/mesadean%C3%A1lisisUAQdiciembre2020:d). Pero el asunto es que eso (que se hubiera visto un buen perfil de seguridad) no es lo que realmente ocurrió. Me explico: En el estudio publicado en julio de 2021 (ocho meses después de que los gobiernos de casi todos los países comenzaran a autorizar por emergencia estas inyecciones llamándolas “seguras y efectivas”), Thomas y colaboradores, contratados por Pfizer para hacer el ensayo clínico (https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/nejmoa2110345) indicaron que “durante el periodo doble ciego, controlado, 15 participantes que recibieron [la inyección de Pfizer] BNT162b2 murieron, mientras que en el grupo que recibió el placebo, murieron 14”. Eso significa un incremento del 7% en el riesgo de morir durante ese período en quienes están inoculados. Esto lo ignoraron olímpicamente todos, lo cual es una hipocresía (esa sí absoluta), pero se pone peor el asunto. ¿Por qué? Porque luego de que fuera desenmascarado el grupo placebo (es decir, cuando se le dio la oportunidad a los del grupo placebo de ser inoculados si querían), cinco participantes adicionales que recibieron la inoculación murieron. En palabras de los autores del estudio: “3 participantes en el grupo BNT162b2 y 2 en el grupo placebo original que recibieron BNT162b2 después del desenmascaramiento murieron” (vean el tercer párrafo del estudio, en la sección que dice “Adverse Events”). Entonces, la situación es mucho peor, porque en el ensayo clínico, que seguía corriendo mientras aplicaban estas inyecciones a los habitantes del planeta, entre julio de 2020 y marzo 2021, murieron 20 personas inoculadas y 14 personas no inoculadas, es decir, un incremento del 33% en el riesgo relativo de morir (no de COVID, sino de otras cosas) si se está inoculado. Y, tal vez pensarán, ¿cómo es que no hubo un escándalo? Pues, porque los autores dijeron esto: “Ninguna de estas muertes fue considerada relacionada a BNT162b2 por los investigadores”. Hmm… ¿así nomás les debemos de creer? ¿Será porque lo dicen los expertos a los que aludía esa persona en el ‘debate’ mientras llenaba de saliva y frustración la pantalla de su ordenador? Lo siento, pero no, esa razón no me basta a mí, aunque evidentemente sí les basta a los expertos de las agencias reguladoras y a los médicos expertos que recomendaron (y siguen recomendando) estos productos a sus pacientes. Si examinamos el cuadro S4 del material suplementario (https://www.nejm.org/doi/suppl/10.1056/NEJMoa2110345/suppl_file/nejmoa2110345_appendix.pdf), vemos que solamente dieron información sobre las 15 (grupo inoculado) y 14 (grupo placebo) muertes (faltan cinco más que ignoraron) y lo que indican es que los que recibieron ‘la buena’ de Pfizer murieron de: Ateroesclerosis (2) Falla respiratoria aguda (1) OK, OK. Pero, ¿qué significa esto? Varias cosas. Una lectura superficial de los datos podría llevar a los incautos a decir, en palabras del sabio Forrest Gump, ‘las cosas malas pasan’ (versión modificada apta para menores y conservadores). Sí, es cierto; pueden pasar cosas, como una ruptura aórtica, sobredosis, o desaparecer, o “morir de muerte”. Pero otras cosas no se pueden entender fácilmente, y mucho menos, desestimar de un plumazo. Para empezar, se supone que incluyeron a personas sanas de 18 a 65, con poquitos voluntarios con 66 a 85 años, en ambos grupos, y que no tuvieran las siguientes condiciones (pueden consultarlo ustedes en la página 33, 34 y 35 de https://www.nejm.org/doi/suppl/10.1056/NEJMoa2110345/suppl_file/nejmoa2110345_appendix.pdf): 1. Otras condiciones médicas o psiquiátricas incluyendo ideas suicidas o anormalidades de laboratorio ¿Cómo pueden explicar esas diferencias? Lo hicieron escribiendo, por sus dídimos, que no están relacionados y punto pelota. El veredicto de Thomas y colaboradores (es decir, de Pfizer, ya que Pfizer fue juez y parte en la evaluación de su producto) fue, predeciblemente, que “BNT162b2 tuvo un perfil de seguridad favorable”. ¡Uff! Bueno, pues, un porcentaje de los inyectados con estos productos (cada vez más, por cierto), tienen otros datos. Y esto se refleja en las publicaciones (muchas aquí compartidas) y los sistemas de monitoreo. Ahora bien, lo mismo ha ocurrido para las otras marcas y plataformas de estas inoculaciones. Me centro en esta en este escrito porque se encuentran más datos al respecto, pero, si de algo tenemos evidencia creciente, es que no ha habido – nunca, en la historia de la humanidad – productos (me refiero a las inyecciones “anti-COVID” en su conjunto) con un perfil de seguridad tan bajo. Es una desgracia, una irresponsabilidad, y, francamente, un acto criminal que luego de más de dos años, ninguna – n i n g u n a – agencia sanitaria haya tenido la entereza de alertar a la gente sobre este hecho y pedir una revisión de lo que está ocurriendo antes de seguir duro que dale con las picaduras al deltoides. Espero que aquellos que sí lo leyeron encuentren algo de utilidad en este escrito. Les saludo con mucho cariño, Karina AW PD. Resumen de menos de 20 palabras para los apurados, atareados, hastiados, resumofílicos y lecturofóbicos: Publicación original: https://t.me/akashacomunidad/2485
Neumonía por COVID (1)
Infarto cardíaco (4)
Falla cardíaca congestiva (1)
Falla cardiorrespiratoria (1)
Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (1)
Colecistitis enfisematosa (1)
Enfermedad cardíaca hipertensiva (1)
Cáncer pulmonar metastásico (1)
Sepsis (1)
Shock séptico (1)
Sepsis por Shigella (1)
Evento no valorado (1)
Y entre los no inoculados se dieron las siguientes muertes:
Ruptura aórtica (1)
Cáncer biliar metastásico (1)
COVID-19 (2)
Falla cardíaca (1)
Falla cardiorrespiratoria (1)
Muerte (les doy mi palabra, eso dice… causa de muerte: muerte) (1)
Demencia (1)
Infarto hemorrágico (1)
Metástasis al hígado (1)
Desaparecido (así dice, no lo inventé yo) (1)
Síndrome de disfunción orgánica múltiple (2)
Infarto al miocardio (2)
Sobredosis (1)
Neumonía (2)
2. Infecciones conocidas con VIH, virus de hepatitis C o virus de hepatitis B
3. Historia de reacciones adversas a una vacuna o reacciones alérgicas severas a algún componente de la vacuna
4. Haber tomado medicamentos que intentan prevenir COVID-19 (supongo que se referían a otra “inoculación anti-COVID”
Individuos con:
5. Diagnóstico clínico o microbiológico de COVID-19
6. Hipertensión, diabetes mellitus, enfermedad pulmonar crónica, asma, fumadores o vapeadores, fumadores crónicos en el año previo al estudio, índice corporal BMI > 30
7. Alto riesgo de exposición a SARS-CoV-2
8. Inmunocompromiso o inmunosupresión
9. Condiciones autoinmunes
10. Propensión a sangrados prolongados
11. Embarazadas o lactantes
Eso quiere decir que sería improbable que en los escasos meses que duró el ensayo hasta que fue publicado el estudio de Thomas y colaboradores, se desarrollaran varias de estas enfermedades o condiciones. Así que, o fueron descuidados en el ensayo clínico (lo que debiera preocupar a las agencias reguladoras), o esos productos pueden provocar (o acelerar) algunas de estas condiciones. Por ejemplo, dos participantes del grupo que fue inoculado tuvieron ateroesclerosis en esos meses luego de recibir la inyección, pero… ¿qué no habían descartado personas con hipertensión y anormalidades sanguíneas en el laboratorio? Lo mismo para los infartos, fallas cardíacas congestivas e hipertensivas, etc. (que si las juntamos, son 8 casos de muerte por involucramiento cardíaco, vs. 2 en los no inoculados). Y aquello del cáncer pulmonar metastásico… pues, o son pésimos médicos para poder valorar la salud del paciente, o el paciente no tenía esta condición antes (o estaba en etapa de pre transformación maligna, sin síntoma alguno) y se le desarrolló la fase IV de cáncer en poquitos meses (turbo cáncer, digamos) luego de haber sido inoculado, ya que normalmente el cáncer pulmonar se desarrolla más lentamente, incluso en 647 días (https://pubs.rsna.org/doi/10.1148/radiol.2020191835). O pueden ser las dos cosas: un ensayo mal hecho y el que estos productos no son seguros (no son mutuamente excluyentes las dos opciones). En los dos casos de cáncer biliar metastásico y hepático en el participante del grupo placebo, podría ser que, efectivamente, fueron malos los médicos del estudio para asegurar que estaban sanos los voluntarios, o que “las cosas malas simplemente suceden”, porque pueden desarrollarse estas condiciones (el cáncer biliar, sobre todo) rápidamente, y llegar a etapa final incluso en 3 a 4 meses desde la aparición de los síntomas (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3888819). La septicemia en los inoculados también es algo que no debe ignorarse: en conjunto son tres casos, en comparación con cero casos en los no inoculados.
Bueno, ya le paro, que cada vez son menos los que se animarán a leer algo tan largo.
Mintieron con respecto a la efectividad y seguridad de las inyecciones ‘anti-COVID’, pero los datos estaban y están ahí.