Inoculaciones y su relación con las enfermedades priónicas (neurodegenerativas)

Estimados miembros de Akasha Comunidad:

En 1976, al Dr. Gajdusek le fue otorgado el Premio Nobel por sus estudios hacia lo que él denominó ‘virus no convencionales’, que abarca a sus investigaciones con la enfermedad del Kuru y Scrapie. De hecho, se equivocó, ya que no se trata de enfermedades asociadas a virus, sino a priones, y su archienemigo Stanley Prusiner, obtuvo el premio Nobel en 1997 por describir a estos antes desconocidos agentes infecciosos: proteínas infecciosas, de ahí su nombre “prion” (abreviatura del inglés ‘proteinaceous infectious particle’) y asignarles la causalidad a enfermedades como Creutzfeldt-Jakob, enfermedad de las vacas locas, Scrapie y Kuru.

Todas estas enfermedades se caracterizan por ser ocasionadas por proteínas cerebrales anárquicas, que se rehúsan a doblarse adecuadamente, y que, además, inducen a otras a cambiarse de forma, con lo que ocasionan daño en el cerebro por muerte neuronal que acaba generando una apariencia de cerebro de esponja (de ahí el que se llamen encefalopatías espongiformes). Es tremendo lo que eso implica, porque no se trata de una bacteria, hongo o de un virus, es decir, de algo externo que puede llegar a interactuar de forma antagonista con nosotros. En esta ocasión se trata de proteínas nuestras, es decir de algo que nosotros mismos generamos; de algo nuestro. Y, al ser algo nuestro, lo primero que implica es que no generamos una respuesta inmune contra los priones (recuerden que la respuesta inmune se da justamente porque reconocemos lo propio de lo ajeno, y en este caso, no es una proteina foránea; es nuestra, solo está doblada de forma diferente). Justamente, las enfermedades priónicas se caracterizan por no generar ninguna respuesta inflamatoria, ni anticuerpos ni nada (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/10900153). ¡Una ausencia total de respuesta en contra!

Si quieren saber más sobre priones, pueden ver la clase correspondiente del curso de Virología (https://t.me/akashacomunidad/632).

En mensajes previos ya he explicado que algunas partes (dominios) de la proteína Spike son tipo priónicas (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35208734https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9551214). De hecho, son los únicos Coronavirus que tienen esos dominios tipo priónicos, lo que resulta, digamos, inusual, ya que ni siquiera su ‘hermanito’ SARS (el que se describió en 2003), que usa el mismo receptor, tiene esas características priónicas en Spike. ¿Qué quieren que les diga? ¿Cosas extrañas en este mundo pandémico? El caso es que Spike tiene estas regiones con características priónicas en la subunidad S1.

Entonces, no tiene que sorprendernos que haya gente que ha desarrollado enfermedad priónica luego de exponerse a Spike (https://www.authorea.com/users/455597/articles/582067-sars-cov-2-spike-protein-in-the-pathogenesis-of-prion-like-diseases). Se ha reportado para un par de pacientes que se habían infectado de SARS-COV-2 (por ejemplo, https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/19336896.2022.2095185), pero es poco probable que ocurra. ¿Por qué? Pues, porque el virus no suele entrar al sistema nervioso central. Sin embargo, en un inoculado, sabemos que sí se puede distribuir el ARNm sintético (Pfizer y Moderna) o el vector adenoviral (AstraZeneca, Jansen, Cansino, Sputnik) al cerebro, y como producen Spike las células en las que entra y durante bastantes semanas, existe la posibilidad de que se expongan las proteínas cerebrales a las regiones priónicas de Spike. Y si esto ocurre, existe a su vez la posibilidad de que inicie una enfermedad priónica. Aclaro, no pasaría en todos, por supuesto que no, pero es una posibilidad que no puede excluirse.

Ya se han reportado casos de enfermedad priónica post inoculación contra COVID (https://scholarlycommons.hcahealthcare.com/internal-medicine/420https://jag.journalagent.com/z4/vi.asp), incluyendo uno escrito como carta al editor por Yüce Doğru y Sezgin Kehaya (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC9469682).

No se trata de alarmar ni sembrar miedo, pero tampoco sería responsable ignorar el conocimiento que está demostrando la plausibilidad causal de estas inoculaciones con enfermedades neurodegenerativas que, al menos con medicina convencional, no tienen cura alguna (https://www.thelancet.com/journals/laneur/article/PIIS1474-4422(22)00083-7/fulltext).

Qué curioso y qué irónico resulta que por intentar (fallidamente, porque no funciona ni para eso) evitar contagiarse de un virus que provoca un cuadro similar a un resfriado, que tiene una tasa de letalidad promedio menor al 0.003% (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S001393512201982X), para el que hay tratamientos sencillos y seguros y contra el que generamos inmunidad amplia y efectiva de forma natural, se aplique la gente un producto que carece de certezas de seguridad, que no funciona (por algo van en la quinta dosis… ¡vaya efectividad!), y que tiene como riesgos, entre otras cosas, la posibilidad (baja, tal vez, pero real) de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa contra la que no hay cura. ¡Una ganga!, dirán los médicos (y dentistas) influencers.

Mi respuesta: Les regalo las cinco dosis (o las que el Gobierno haya contabilizado para mí) si las desean. Yo sí he leído la literatura científica más allá de los panfletos médicos y propaganda, sé hacer análisis de riesgo beneficio, y tengo sentido común. Y, ¿ustedes?

Les mando saludos, Karina AW

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