Estimados miembros de Akasha Comunidad:
No me gusta publicar en el canal cuando el chat está cerrado ya que no pueden comentar al respecto, pero decidí hacerlo dado que me parece un tema importante, y existe la posibilidad de que sea eliminado o retractado por la revista, así que lo comparto y mañana podrán comentarlo si lo desean.
El día de hoy encontré y leí un artículo tipo editorial publicado en la revista indizada Surgical Neurology International (https://surgicalneurologyint.com/surgicalint-articles/covid-update-what-is-the-truth/). La editorial fue escrita por Russell Blaylock, neurocirujano jubilado, quien aborda – de forma puntual y contundente – mucho de lo que he explicado y compartido en este canal, al igual que lo han hecho otros médicos y científicos. Me impresiona y entusiasma que haya podido ser publicado este artículo (fue aceptado a inicios de febrero y publicado el 22 de abril, aunque hasta ahora lo vi), y no me extrañaría que fuera eliminado, por lo mismo que el autor indica en él.
Los puntos más importantes del artículo, que les recomiendo que lean y no se queden solamente con lo que aquí escribo (está en inglés, pero pueden usar traductores automáticos quienes no se sientan cómodos con ese idioma), son los siguientes:
- La pandemia de COVID-19 es uno de los eventos más manipulados de la historia.
- Como nunca antes, ha habido intrusiones en la práctica médica, y censuras a médicos quienes se atreven a disentir.
- Desde la presidencia, demás peldaños de gobierno y la administración hospitalaria se han forzado tratamientos y prácticas médicas que no se basan en evidencia científica ni experiencia médica. Los administradores ahora dictan a los médicos cómo deben de practicar medicina y qué medicamentos pueden utilizar.
- Por primera vez en la historia médica, los protocolos se han formulado con base en las recomendaciones de individuos e instituciones que nunca han tratado a un solo paciente.
- Los medios y sociedades médicas se han auto declarado la única fuente de información válida en cuanto a la pandemia y quien disiente es sujeto a censura, eliminación de cuentas de plataformas, y etiquetado como “mentiroso, desinformador”, incluso cuando se trata de personas con notable experiencia en virología, inmunología, epidemiología, etc.
- Las revistas científicas/médicas cada vez dependen más de los subsidios de las industrias farmacéuticas, lo cuál elimina su imparcialidad (indispensable para el proceso científico).
- Cada vez hay más artículos científicos que hablan de COVID o de las vacunas desde un argumento diferente al oficial, pero están siendo retractados de las revistas después de haber sido aceptados y publicados.
- Cada vez hay más estudios científicos basados en datos manipulados, “cuchareados” e inventados, escritos por “fantasmas” (es decir, personas que escriben a nombre de una farmacéutica) para promocionar sus productos, incluso en revistas tan prestigiosas como JAMA (Revista de la Asociación Médica de Estados Unidos) o The New England Journal of Medicine, y que no han sido removidos a pesar de que se demostró abuso científico y manipulación de datos.
- Los medios televisados reciben la mayoría (75%) de su financiamiento de las farmacéuticas, por anunciar medicinas. Esto genera un conflicto de interés enorme en cuanto a poder hablar de forma neutral o contraria a las vacunas y otros tratamientos promocionados. Tan solo en el 2020 la industria farmacéutica gastó 6,560,000,000 (6.56 billones estadounidenses) de dólares en anuncios de sus productos.
- En los Estados Unidos, el “Federal Care Act” alentó la mala práctica al ofrecer a todos los hospitales del país hasta 12,000 dólares por cada paciente admitido a cuidados intensivos y 39,000 dólares por cada paciente en cuidados intensivos que era conectado a un respirador, a pesar de que ese protocolo fue una de las mayores causas de muerte de los pacientes con COVID.
- Se ha despedido injustificadamente a miles de médicos(as) y enfermeros(as) por haberse rehusado a recibir una vacuna a pesar de que trabajaron durante casi un año de pandemia, sin que existieran las vacunas COVID-19, para cuidar a los pacientes, y a pesar de que ya se ha demostrado que las personas vacunadas que son positivas en las pruebas diagnósticas y que tienen síntomas clínicos leves, tienen la misma carga viral que personas no vacunadas positivas con signos clínicos leves.
- La CDC, que no tiene autoridad para ordenar protocolos y tratamientos, ordenó a los hospitales seguir protocolos médicos que resultaron en la muerte de cientos de miles de pacientes que, dada la evidencia, probablemente se hubieran recuperado si se les hubieran dado tratamientos tempranos con productos que han sido, injustificadamente, demonizados (ivermectina, hidroxicloroquina, y otros). De hecho, se estima que de las 800,000 personas que fueron contabilizadas como “muertes COVID-19” (en los Estados Unidos), 640,000 se hubieran recuperado y regresado a su estado de salud previo si se hubieran aplicado otros protocolos.
- Las medidas usadas para contener la pandemia no fueron exitosas; la evidencia científica que se tenía al momento de implementar los encierros, uso de mascarillas y distancia social, nunca habían demostrado evitar la transmisión de virus de este tipo de transmisión.
- A lo largo de la pandemia, y previo al uso de vacunas COVID-19, los niños nunca tuvieron un riesgo real (más allá de pocos casos de niños con predisposición a la inflamación sistémica) de enfermarse de COVID-19 ni de transmitir el virus.
- Durante la pandemia ha desaparecido la lógica, el razonamiento y la necesidad de contar con evidencia científica: para todos los otros medicamentos y vacunas que estuvieron bajo revisión de la FDA, la muerte de 50 o menos individuos que utilizaron dicho producto hubiera ameritado el detener el uso y distribución del fármaco, como fue el caso de la vacuna contra la influenza en 1976. Entre el 14 de diciembre 2020 y el 31 de diciembre 2021, había más de 18,000 muertes reportadas en VAERS y 139,126 eventos adversos serios, pero no ha habido a la fecha un solo intento de detener este programa de vacunación, ni ningún esfuerzo serio de investigar (por parte del gobierno) las causas de muerte y enfermedades graves en los vacunados.
- Cada vez hay más evidencia, alguna publicada en revistas indizadas y otra no, de los peligros de estas vacunas, que solamente fueron probadas durante 2 meses antes de ser autorizadas, y los resultados de esas pruebas de seguridad permanecieron ocultos hasta hace poco que están comenzando a salir (luego de la orden de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos).
- Se le dijo al público que el ARNm de las vacunas no era distribuido más allá de los nódulos linfáticos cercanos al sitio de inoculación, pero solo fue mediante el recurso de Acceso a la Información, que en Japón se pudo tener el documento técnico de Pfizer que demostró que la vacuna se distribuye a todo el cuerpo en menos de 48 horas, con alta concentración en corazón, hígado, médula ósea, bazo y ovarios.
- Se están encontrando incrementos inusitados en casos de cáncer agresivo en personas vacunadas, sobre todo melanomas, cáncer de utero y seno, así como la reactivación de cáncer que ya estaba controlado. A esos pacientes se les dice, sin evidencia, y a pesar de esa tendencia de incremento en riesgo a desarrollar más tumores, que necesitan más vacunas COVID-19 porque son más susceptibles.
- Un experto en medicina materno-fetal ha demostrado que las vacunas COVID-19, administradas en el embarazo – provocan una incidencia 50 veces mayor de aborto que lo reportado con todas las otras vacunas combinadas, y las malformaciones fetales son 144 veces más comunes en personas vacunadas con esta vacunas que con otras, aunque siguen siendo declaradas seguras por las academias y sociedades de ginecobstetricia (quienes reciben financiamiento de Pfizer y otras farmacéuticas; por ejemplo, el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología recibió, solamente en el último cuarto de 2010, 11,000 dólares de Pfizer, y el financiamiento del NIH, que es mayor, es dependiente de no criticar a las farmacéuticas.
- No todos los lotes de vacunas tienen la misma letalidad o riesgo. Uno de cada 200 lotes es demostrablemente mortal (50 veces más) para quienes la reciben. Hay evidencia de que esta disparidad en la letalidad de los lotes no es azarosa, lo que podría sugerir intencionalidad (el 5% de los lotes es responsable de más del 90% de los eventos adversos serios, incluyendo muertes).
- No se están haciendo autopsias de las personas que murieron luego de vacunarse, ni de los que murieron de COVID-19. Para finales de abril 2020, de los 150,000 muertos reportados como “muertes por COVID”, solo se habían hecho 16 autopsias, y de estos, solamente siete eran autopsias completas. La reticencia a hacer autopsias no venía de los patólogos, sino de las autoridades.
Como les escribí al inicio, me entusiasma que un neurocirujano se haya atrevido a “hablar”, a poner en evidencia todo esto (con referencias científicas indicadas a lo largo del texto). No son cosas nuevas; las hemos hablado muchísimo en seminarios y mensajes escritos, pero es nuevo que una revista indexada se atreva a publicar una editorial así. Ojalá puedan descargar el artículo, hacer impresiones de pantalla de su existencia en la revista, y se lo compartan a sus conocidos (y hasta a los más férreos detractores) para que cada vez sean más personas quienes lo conozcan.
La verdad, como el agua de las presas, solo necesita llegar al punto en el que no puede ser contenida, y entonces, se desborda, llegando a sitios insospechados.
Mañana (lunes) abriremos el chat, y estaremos atentos los miembros del Equipo y yo, para responder cualquier pregunta que pueda surgir de la lectura de este post y del artículo.
Que estén muy bien y sigan disfrutando de su domingo, Karina AW
Article: Russell L. Blaylock (20220422) Surg Neurol Int 2022;13:167
Title: COVID UPDATE: What is the truth?
Very interesting topic, appreciate it for posting.Blog range