Patología del sistema nervioso central luego de haber recibido el producto Pfizer

Estimados miembros de Akasha Comunidad:

En seguimiento del último texto que les escribí, comparto ahora este reporte de caso de una patología del sistema nervioso central ocasionada por depósitos de proteína amiloide beta, luego de haber recibido el producto Pfizer ‘anti COVID’ (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36579089/).

El amiloide beta es un péptido, es decir, fragmento de proteína, que es el principal componente del material que se acumula en el cerebro de pacientes con el cuadro conocido como Alzheimer (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2813509). El cúmulo de este péptido se conoce como placas amiloides, y está asociado con otras patologías degenerativas, como la Demencia de Cuerpos de Lewy, la Miositis por Cuerpos de Inclusión o la angiopatia amiloide cerebral (también llamada angiitis beta amiloide, O ABRA).

Justamente, el reporte de caso, escrito por Kizawa y colaboradores, y publicado hace unas semanas, es sobre esa última patología: una paciente de 75 años que desarrolló un cuadro de afasia, apraxia y dificultad para caminar, además de un dolor de cabeza muy intenso, dos semanas después de haber recibido la segunda dosis de la inoculación de Pfizer. La paciente no tenía historia clínica ni familiar de vasculitis ni de condiciones autoinmunes. Sus comorbilidades eran hiperlipidemia, hipertensión y osteoartritis (todas estables).

En esta patología, el péptido beta amiloide forma placas que cubren los vasos sanguíneos cerebrales, afectando el flujo sanguíneo del cerebro e incrementando la presión intracraneana. Y justamente, se deben estos agregados de beta amiloides a un doblado anormal, y pueden acabar volviéndose proteínas tipo priónicas (recuerden que se trata de proteínas del sistema nervioso central que, a veces, se alocan, y se doblan mal, induciendo a otras que lo hagan también, con resultados desastrosos).

De hecho, resulta interesante el que se considera un fenómeno emergente la ABRA (https://jnnp.bmj.com/content/93/7/693), con un incremento de casos en los últimos años.

Los autores, cautelosos, indican que no pueden establecer inequívocamente la causalidad, pero aclaran que el único factor que podría explicar ese cuadro es la inoculación de Pfizer. Los mecanismos de causalidad incluyen mimetismo molecular, neurotoxicidad directa por Spike, por el ARNm sintético y los nanolípidos de los viales, y una respuesta inmune anormal (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34719776/).

Me pregunto si los médicos que siguen insistiendo que no es posible que haya daño asociado a estos productos, conocen este reporte de caso (y los más de 1,200 ya publicados sobre otros eventos adversos post inoculación), y toman en cuenta esta posibilidad como un diagnóstico diferencial en los casos de dolor de cabeza persistente y alteraciones al habla y locomoción en personas inoculadas que pudieran presentarse a su consulta. Entre más información y casos clínicos salen, más criminal se vuelve el ignorarlos. Sepan que lo hacen a costa de sus pacientes y a costa de su integridad, que por más que la pudieran haber hecho a un lado, es posible que aún sea rescatable. Esto hace mucho que dejó de ser un concurso freudiano de egos, o de defender ideologías como si se tratara de una cruzada. Estamos hablando de la vida y la salud de la gente. ¿Les suena? Porque ustedes hicieron un juramento sobre ello hace tiempo.

Por otro lado, me parece, este tipo de reportes ponen de manifiesto la importancia de comprender que los efectos dañinos de estos productos pueden no ocurrir luego de la primera dosis. Probablemente ocurra lo mismo con los refuerzos; es decir, personas que argumentan “llevo cuatro y estoy perfecto, así que voy por la quinta”, sepan que están jugando a la ruleta rusa. Si lo eligen hacer, y marchan felices al picadero, al menos sean conscientes de los riesgos. Como he dicho antes, y sigo sosteniendo, una vez que tienes el conocimiento, no puedes jugar a ser víctima.

Les mando saludos, Karina AW

Comparte este contenido: