Estimados miembros de Akasha Comunidad:
En los últimos meses se ha comenzado a escuchar más y más sobre el ‘turbo cáncer’ en personas inoculadas. El término en sí mismo es bastante claro: se refiere al cáncer que se desarrolla de forma muy veloz, siendo identificado abruptamente y pasando en poco tiempo por las fases hasta llegar, en muchos casos, a la fase IV, con invasión hacia otros tejidos.
El término ‘turbo cáncer‘ no es un término médico. Si realizan una búsqueda en PubMed, verán que hay cero publicaciones científicas con la frase. Eso ha llevado a algunos médicos generales, y hasta oncólogos, a decir, con extrañeza o con burla, que eso no ocurre. Recuerdo que incluso una persona, médica de formación (¿deformación?), con alta difusión en redes, llegó a decir que era imposible que un cáncer se desarrollará en solo unos meses, así que no podía ser que las inoculaciones fueran responsables.
El asunto, que es parte de lo que expuse en la Conferencia Magistral que di en el Congreso de APSIIN, es que el desarrollo excesivamente rápido de un tumor cancerígeno sí que tiene término médico aceptado: se llama “hiperprogresión” y refleja un fenómeno conocido desde hace unos años: cuando hay una sobre estimulación inmune, cómo, por ejemplo, ocurre durante la inmunoterapia terapéutica contra el cáncer: a veces, los tumores que están siendo tratados, en vez de disminuir en tamaño, crecen y se expanden rápidamente.
En un inicio, parece contraintuitivo lo que escribo ¿Cómo podría provocar, en algunos pacientes bajo inmunoterapia oncológica, el que empeorara el cáncer?
Para entender lo que ocurre, primero es necesario repasar algunos puntos:
1) El cáncer es un proceso caracterizado por la pérdida del control de la división celular (mitosis), que lleva a la proliferación de células, que, además, pierden sus características morfológicas y funciones normales (se ‘malignizan’). Se vuelven células clonales (prácticamente idénticas entre sí) ‘anárquicas” que no producen las proteínas que debieran, sino otras, que ya no hacen las funciones que debieran hacer (según el órgano o tejido del que formaban parte), que suelen soltarse de la matriz extracelular (digamos, la argamasa o cemento que mantiene pegadas a las células) y que necesita muchos recursos nutricionales para mantenerse en su modalidad de tumor maligno sólido (por eso, sintetizan factores como el VEGF, que inducen a qué proliferen más vasos sanguíneos que les lleven más nutrientes).
2) El cáncer no es un solo cuadro clínico (cada célula nucleada del cuerpo puede potencialmente malignizarse y volverse anárquica; se denota por lo tanto el tipo de cáncer con respecto al tejido en el que se originó. Por ejemplo, si fue un epitelio: carcinoma; si fue epitelio glandular: adenocarcinoma; si es tejido conectivo: sarcoma; si es tejido linfoide: linfoma; si es mesotelio: mesotelioma; si fueron células de la glia (células que apoyan a las neuronas): glioma, etc.
3) El cáncer no tiene una sola causa (como cualquier proceso patológico, es la suma de muchos factores que confluyen): dieta, disbiosis (alteración del microbioma), estado inflamatorio, estilo de vida, polimorfismos genéticos, y, sobre todo, estado inmune.
4) Como les he dicho antes, el sistema inmune nos permite reconocer lo que somos de lo que no somos. Si alguien les inyectara eritrocitos (glóbulos rojos de la sangre) de borrego en el brazo o en la vena, reconocerían inmediatamente que esos eritrocitos no son suyos, y los destruirían. Eso es porque tienen proteínas, carbohidratos y lípidos diferentes a los de nuestras células (supongo que está de más decirlo, pero un humano no es un borrego; al menos no biológicamente).
5) En la mayoría de los casos, el cáncer refleja un estado inmune que no es óptimo: un estado de supresión de las respuestas celulares (por ejemplo, que no estén funcionando adecuadamente las células NK – las ‘asesinas naturales‘, que tenga un estado auto inflamatorio crónico, o que tenga una supresión en las respuestas adaptativas de los linfocitos T CD4 y CD8. Es decir, un sistema inmune desregulado de manera crónica.
6) Todos los días se dan procesos de transformación celular anormal en nuestro cuerpo y ¡ni cuenta nos damos! Esto es porque si estamos con un funcionamiento óptimo del sistema inmune (influido a la vez por nuestra dieta, ejercicio, horas de sueño, niveles de micronutrientes, niveles de neurotransmisores, y estado del microbioma), las células transformadas serán detectadas, precisamente, como anormales (recuerden el punto 1: las células malignizadas ya no producen las proteínas normales… Y eso le avisa al sistema inmune que algo no marcha bien), y destruidas.
Ese estado inmune no óptimo es el que es la base de la inmunoterapia oncogénica, que tan de moda se puso en los últimos años para tratar algunos tipos de cáncer, como el pulmonar. En vez de aplicar radioterapia o quimioterapia, que, entre otras cosas impactan negativamente la proliferación de los linfocitos (sin esta, los linfocitos B y T no sirven de nada), afectando aún más la habilidad de responder con respuestas adecuadas, la inmunoterapia oncológica busca estimular al sistema inmune para que esté haga su trabajo y destruya las células tumorales. Pero, como dije, no solo es un estado de inmunosupresión el que está asociado al cáncer. También puede haber estados de hiperfuncionamiento inmune asociados al cáncer. Ese es precisamente lo que hay que saber para entender por qué, a veces, la inmunoterapia lleva a un estado de hiper proliferación (es decir, de un turbo cáncer).
Ahora bien, ¿Y las inmunizaciones basadas en terapia génica, como las de Pfizer, Moderna y otras, que tienen que ver con la posibilidad de llevar a una hiperproliferación tumoral?
Pues, que si han leído los muchos textos que he escrito sobre los mecanismos de patogenia de estos productos, recordarán que pueden llevar a estados de supresión inmune así como de hiperactividad inmune sostenida. Y, como expliqué antes, ambos están relacionados con un mayor riesgo de que ocurra una transformación celular maligna que no sea detectada y destruida. Ergo, a un cáncer.
Así que cuando los médicos (y algunos dentistas) hacen alarde de su ignorancia en el tema, lo mejor es intentar aliviarles esa ignorancia, tal vez sugiriéndoles que lean libros básicos sobre oncología y el sistema inmune, o tal vez dándoles a leer este tipo de estudios https://www.nature.com/articles/s41416-021-01618-0), que, desde inicios de 2022, alertaban de que el uso de estas inoculaciones, de plataformas nuevas y basadas en terapia génica, podía ser peligroso e incrementar el riesgo de que ocurriera cáncer y este proliferen rapidisimo (si se sienten incómodos con el término turbo cáncer, no sé estresen, solo denoten el evento como se hace en el gremio médico desde hace años: hiperproliferación tumoral).
El estudio que he sugerido, de Brest y colaboradores, hace hincapié en que tal vez no sea lo más recomendable el combinar estás inoculaciones ‘anti-COVID’ en quienes están recibiendo inmunoterapia oncológica, sobre todo la denominada terapia de ‘inhibidores de puntos de control, o CPI, por sus siglas en inglés; https://www.cancer.gov/espanol/cancer/tratamiento/tipos/inmunoterapia/inhibidores-de-puntos-de-control).De acuerdo a Brest y colaboradores, la hiperproliferación tumoral se daría por una expansión de las poblaciones de linfocitos T y B (recuerden que se da la expansión clonal de estos linfocitos en respuesta a una estimulación antigénica. Esto es normal, y responde a un estímulo que suele no ser crónico, como ocurre durante una infección por una bacteria, un hongo, un virus, etc.; pero si se sostiene el estímulo, como ocurre con las inoculaciones de ARNm, entonces esa expansión clonal de los linfocitos ya no es normal). Si ven la figura 1 del artículo, verán que indican esa relación entre las inoculaciones ‘anti-COVID’ y la expansión de los linfocitos. El asunto se complica aún más, dado que ahora se sabe que estas inoculaciones de ARNm sintético modificado (como Pfizer y Moderna) están asociadas con alteraciones en el microbioma (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35140064/). De hecho, ya hay evidencia científica de que pueden ocasionar disbiosis, es decir, cambios en el microbioma (https://journals.lww.com/ajg/fulltext/2022/10002/s227_messenger_rna_sars_cov_2_vaccines_affect_the.227.aspx, https://journals.lww.com/ajg/fulltext/2022/10002/s2099_persistent_damage_to_the_gut_microbiome.2099.aspx), semejante a lo que ocurre en algunas personas que se infectaron de SARS-CoV-2 (https://bmjopengastro.bmj.com/content/9/1/e000871).
Tal vez pensarán algunos, ‘bueno, pero entonces el riesgo de ‘turbo cáncer’ es solamente para personas que están bajo tratamiento oncológico con inmunoterapia’, pero no sería correcto ese planteamiento. Recuerden que expliqué antes que los procesos de transformación celular ocurren frecuentemente en nuestro cuerpo, y mientras nuestro sistema inmune (y demás factores que contribuyen a la salud) estén bien, no solemos pasar de esas transformaciones hacia un tumor sólido o una proliferación descontrolada. Pero, si algo (como, digamos, las inyecciones repetidas de estos productos) nos quita esa posibilidad de regular adecuadamente el sistema inmune, entonces, es plausible que ya no se pueda detectar, y detener el proceso, y eliminar las células transformadas (propiciando un cáncer) o que debido a la expansión linfocitaria, algún tumor que estuviera en el cuerpo, indetectado, prolifere como loquito. ¿Podrían asegurar ustedes que en este momento no tienen un solo proceso tumoral en su cuerpo? Además, hay factores intrínsecos (nuestra genética, por ejemplo) que podría incrementar aún más el riesgo. ¿Recuerdan? ¡No somos ecuaciones matemáticas!
No sé ustedes, pero yo, puesta a elegir entre el riesgo de infectarme con un agente que desde hace meses circula de forma endémica, cuya enfermedad asociada que es casi igual de peligrosa que el catarro común, con una tasa de letalidad (conforme a datos oficiales) de menos de 0.002%, y el riesgo de que se me desregule el sistema inmune de forma que promueva el desarrollo de un cáncer o que induzca a una hiperproliferación de algún tumor existente, yo me inclino, sin titubear por el primer riesgo.
Recuerden que esto que explico no es un riesgo exclusivo de las inoculaciones anti-COVID. Es un riesgo inherente de la tecnología basada en ARNm sintético modificado. No importa si sean inoculaciones anti-Influenza, anti-arrugas o anti-lo-que-deseen. No importa (y espero que esto lo lean los vociferantes petreocraneales que por ahí deambulan) la vía de administración, sea intramuscular, subcutáneo, endovenoso, intraduodenal o nasal. No importa si eliminan, en el caso de que estuviera presente en los viales, óxido de grafeno, grafeno reducido o hidrogeles. Aclaro, de nuevo para los petrocraneales, que no estoy diciendo que estos elementos, de estar presentes en las inoculaciones a cantidades superiores a la dosis letal, no puedan asociarse a desregulación inmune y cáncer. Lo que estoy diciendo es que, por sí sola, la plataforma de ARNm sintético modificado es el problema.
Espero que mi mensaje se entienda, y les mando saludos, Karina AW
PD. ¿Quieren la versión corta y resumida en menos 37 palabras? El mecanismo por el cuál las inoculaciones de ARNm sintético pueden asociarse al desarrollo de cáncer y a su progresión rápida se conoce. ¿Quieren comprender cuáles son porque les parece un tema importante? ¡Lean el texto completo!
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