Estimados miembros de Akasha Comunidad:
Aquellos que llevan ya un rato siendo miembros de esta comunidad, sabrán que soy Leslutheriana de corazón. Digamos que aprendí a valorar su sentido del humor. Si, ya sé que su humor no sería bien visto por las hordas de policías-de-lo-políticamente-correcto, lo sé, pero la gente no siempre fue de cristal, eso es algo más bien reciente.
Entre los muchos y brillantes (eso me parece) materiales que generó Les Luthiers, hay un sketch llamado “¿Quién mató a Tom McCoffee?” (por cierto, si no les dio risa el nombre del asesinado, tal vez sea señal de que necesitan afilar más su sentido del humor). En este sketch, un capitán de la policía dice: “¡Vaya, vaya!” cuando se va dando cuenta de detalles que señalan al culpable de un homicidio. Y el sargento simplemente no entiende. Toma literalmente el “¡vaya, vaya!” y trata de irse, de forma que tiene que modificar la frase el capitán para decir: “¡Caramba, caramba!”. Si se sienten con ganas de reír, les recomiendo que busquen el sketch. Al fin y al cabo, la risa es un estimulante del sistema inmune, ya que ayuda a disminuir la producción de citocinas pro inflamatorias y mejoran la actividad de las células NK (por ejemplo, ver: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27708912, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/18955287, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19450597). Hmm… Ha de ser por eso que estoy sana, porque Les Luthiers formó parte de mi protocolo de salud durante estos tres años.
Entonces, hoy leí una noticia que me hizo pensar “¡Vaya, vaya!”.
Resulta que el periódico Wall Street Journal ha conseguido un documento clasificado del Departamento de Energía de los Estados Unidos. Se trata de un reporte sobre el origen de SARS-CoV-2 (https://www.wsj.com/articles/covid-origin-china-lab-leak-807b7b0a, https://www.aljazeera.com/news/2023/2/27/us-energy-dept-says-covid-probably-came-from-a-lab-leak). ¿Se acuerdan? Hablo de ese virus tan parecido al primer SARS, que nos dijeron (y dijeron, y dijeron) que había saltado desde un murciélago (el virus RaTG13) a un pangolín (el virus MP789) y ahí se recombinó genéticamente y luego saltó de vuelta a un murciélago (RmYN02) y de ahí a un humano incauto en el mercado de Wuhan, en China; ciudad en la que se encuentra un laboratorio de Virología en el que realizan experimentos de ganancia de función con coronavirus, financiados por el gobierno de los Estados Unidos (https://www.zerohedge.com/covid-19/nih-admits-funding-gain-function-covid-experiments-gives-ecohealth-five-days-report)… de esas coincidencias que pueden hacer reír o llorar. Sí, hablo de ese virus; tal vez les suene. Es probable, porque el miedo a este nanoscópico virus ha controlado la vida de prácticamente todos los habitantes humanos de este planeta durante los últimos tres años. Ese virus del cuál algunas personas indicaron – y les costó caro – que contenía secuencias genéticas que no podría explicarse por procesos naturales, como una secuencia única de 12 nucleótidos, que codifica para arginina, arginina, alanina, arginina (RRAR; y que no está presente en ningún otro genoma del género betacoronavirus, y mucho menos, del subgénero sarbecovirus, estudiado a la fecha). Esta secuencia se encuentra entre la región que codifica para la subunidad S1 y la subunidad S2 de la proteína Spike, y es justamente ahí en donde la proteasa furina, presente en muchas células humanas, corta perfectamente, permitiendo que se active la subunidad proteica de fusión, logrando que el virus entre a la célula mediante una fusión de su envoltura con la membrana celular, y permitiendo que se dé la fusión entre células, que es parte del proceso de patogénesis que ocurre durante algunas de las infecciones por SARS-CoV-2. De hecho, esto se reportó a inicios de la pandemia en abril de 2020 (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0166354220300528?via%3Dihub) y luego otra vez en mayo de ese año, por Kristian Andersen y colaboradores (de hecho, Andersen es un científico muy cercano a Anthony Fauci – como han mostrado los correos que fueron hechos disponibles al público hace meses – y ha mantenido la retórica oficial a pesar de su propio descubrimiento). Lo hizo en una publicación en la que reportaron esas ‘características notables’ del genoma de SARS-CoV-2 (https://www.nature.com/articles/s41591-020-0820-9), claramente mostrando que no está presente en el genoma de RaTG13, ni en el del coronavirus del pangolín, ni en el del SARS-CoV. Sin explicar cómo lo hubiera adquirido de forma ‘natural’, aseveraron en su discusión que: “Es improbable que SARS-CoV-2 haya emergido a través de la manipulación en el laboratorio de un coronavirus emparentado tipo SARS-CoV-2.” ¿Quieren saber quién sí tiene esa secuencia de corte de la furina? Influenza aviar y VIH, entre otros. Este artículo lo mostré en mayo de 2020 a una persona de mi universidad y su respuesta fue: “¡Qué barbaridad!” y luego no volvió a mencionar el tema jamás. ¡Vaya, vaya! Tal vez les parezca peccata minuta que un genoma contenga una inserción de 12 nucleótidos cuando ningún organismo emparentado lo tenga, pero les aseguro que no lo es. De hecho, la probabilidad de que se dé esa inserción de 12 nucleótidos en exactamente ese orden, es de aproximadamente 5.96×10^(-12) (es decir, de 1 en 16,777,216… y es aún menos probable cuando consideramos que no son simplemente nucleótidos, sino que codifican para algo muy particular. Entonces, no digo que sea imposible que ocurra de forma natural; solo es muy, muy, muy improbable). La presencia de esta secuencia y otras características más fueron expuestas por Deigin y Segreto, a mediados de 2021 (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34046923), y, por supuesto, esas observaciones fueron ‘desmentidas’ ipso facto por el neo-apparatchik académico (https://virological.org/t/tackling-rumors-of-a-suspicious-origin-of-ncov2019/384). Eso sí, no todos repitieron como loros esa narrativa oficial. Por ejemplo, el Dr. Richard Ebright, Biólogo Molecular de la Universidad de Rutgers expresó: “La secuencia que codifica el sitio de corte de la furina (FCS) del virus pandémico contenía dos codones consecutivos CGG para arginina. Este uso de codones es inusual para coronavirus tipo SARS de murciélagos (en los que menos de 1 en 30 codones de arginina son del tipo CGG, aunque en contraste este uso de codones sea óptimo para los humanos, en donde la mayor parte de los codones de arginina son codón CGG). Yo sabía desde hace más de un año que había una similitud idéntica a una secuencia de ocho aminoácidos presentes en el ENaC humano [nota de KAW: El ENaC es el canal de sodio tipo alfa que está en el epitelio respiratorio], pero lo que no sabía era que la secuencia era un sitio de corte funcional de la furina, y que era extensivamente estudiada en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill [nota de KAW: esa universidad es la que estaba realizando los estudios de ganancia de función con Ecohealth]. El punto clave es que la secuencia ENaC era un sitio funcional, y no solamente que haya una similitud exacta [entre esa secuencia de SARS-CoV-2] y una proteína que resulta ser de humanos… Eso de pronto hizo que lo que yo pensaba que era irrelevante, de pronto se volviera lógico y obvio”. ¡Vaya, vaya! Ahora bien, el Departamento de Energía de los Estados Unidos no es el único que ha comenzado a “ver la luz” que otros vimos hace casi tres años. De acuerdo con el Wall Street Journal, incluso el mismísimo FBI llegó a esa conclusión hace tiempo diciendo que probablemente SARS-CoV-2 se diseminó luego de un error en el laboratorio. ¡Vaya, vaya! No crean que durante estos años no se ha tocado el tema. Claro que sí se ha tocado, aunque casi siempre menospreciando los artículos que desarrollaban las ideas de que no se trataba de algo de origen natural (por ejemplo: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7982270, https://www.nature.com/articles/d41586-021-01529-3, https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092867421009910, https://www.science.org/content/article/do-three-new-studies-add-proof-covid-19-s-origin-wuhan-animal-market). Desde diciembre de 2021, algunos científicos ya estaban presentando evidencia ante los gobiernos, como en Canadá: https://www.business-standard.com/article/international/wuhan-lab-leak-more-likely-origin-of-covid-19-uk-parliament-panel-told-121121501377_1.html, y en mayo de 2022, salió una publicación en la revista PNAS, en la que se hizo un llamado para una investigación formal en relación al origen de SARS-CoV-2 (https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2202769119), y en verano del año pasado la OMS echa reversa y dice que ‘tal vez sí pudo haber sido resultado de un experimento de laboratorio’ (https://www.thehindu.com/sci-tech/science/covid-origin-who-says-its-unclear-but-lab-leak-theory-needs-study/article65512494.ece y https://www.cbsnews.com/news/covid-19-origin-who-china-lab-leak-theory-open-to-new-evidence). Finalmente, el artículo que me parece más importante en proveer de evidencia que apunta al origen no natural de este virus es el estudio de Ambati y colaboradores (https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fviro.2022.834808/full), publicado hace un año, que muestra que una porción de 19 nucleótidos del genoma de SARS-CoV-2 (el mismo en el que está el sitio de corte de furina) es 100% complementario a una secuencia optimizada en codones que tiene patente, y que es el reverso complementario del gen mutS (MSH3) homólogo humano. Es altamente improbable que esto haya ocurrido al azar; ni siquiera por una recombinación entre el genoma humano y algún beta-coronavirus en un hospedero intermediario. En otras palabras, es una evidencia genética contundente que nos lleva, forzosamente, a cuestionarnos el que SARS-CoV-2 puede ser un elemento creado en el laboratorio. Si esto derivó en un error que permitió su “salida” o si fue intencional, se los dejo a ustedes para que lleguen a sus propias conclusiones. Recuerden que los experimentos de ganancia de función existen (vean: https://t.me/akashacomunidad/2407, https://t.me/akashacomunidad/2136, https://t.me/akashacomunidad/724, https://t.me/akashacomunidad/661). Estos experimentos permiten modificar genéticamente virus, para que sean más infecciosos, más virulentos o que puedan infectar otras especies. De hecho, pueden leer esto que se publicó en 2015: https://www.nature.com/articles/nm.3985, y que incluso llevó a algunos científicos a externar su preocupación acerca de los riesgos que estos experimentos podían significar: https://www.nature.com/articles/nature.2015.18787. Quiero aclararles que al inicio de toda esta locura, yo llegué a decir: “La verdad es que en este momento no importa demasiado saber el origen del virus”. Estaba equivocada. Olímpicamente equivocada. Importa saber el origen, y mucho. Importa porque demostrar que se trata de un virus generado de forma experimental o intencional significa responsabilidad. Hablo de responsabilidad legal sobre lo que ha sido (no así por el virus en sí mismo – sino por las medidas tomadas para “controlarlo”) el mayor acto criminal de la historia de la humanidad (y créanme cuando digo que no escribo esto a la ligera). Y sobre todo, importa por la retórica que ahora, a inicios de 2023, parece empecinada en hacer creer a la gente que habrá una nueva pandemia de Gripe Aviar o de Marburg, o de lo que se les antoje. Sé que aquellos para los que su verdad no incluye la existencia de virus, pensarán que todo esto es más falso que una moneda de 12 euros, y habrá quienes salten, prestos, a decir que lo único que indica esta nota es falsa disidencia, o disidencia controlada o como le quieran llamar, dado que perpetúa la idea del virus mismo. ¡Caramba, caramba! Me parece que, si a estas alturas del partido siguen repitiendo los mismos argumentos sin presentar evidencia que los respalde, es posible que no logren comprender lo que implica la noticia reportada en el WSJ. He explicado en muchas ocasiones mis argumentos, y presentado la evidencia que sustenta la existencia de los virus (lo que, aclaro, no es lo mismo que el querer adjudicarles la causalidad única de enfermedades). He explicado con creces que este virus, pese a las “particularidades de su genoma”, no fue de alta virulencia, que hubo tratamientos desde el inicio; que no eran necesarias esas inoculaciones, que, por lo contrario, sí eran dañinas. Claro, un cínico puede decir: “Solo lo están diciendo en los medios y en la prensa tradicional oficialista como un distractor”, y tal vez tengan razón; pero también puede ser un reflejo de que la mentira ya no resiste más embistes; que se está derrumbando; que la gente – a una tasa creciente – está abriendo los ojos y comprendiendo lo que está pasando. En los últimos días he escuchado a varias personas que dicen cosas por el estilo de “pero, ya deja de hacer esto; ya todo acabó”. Acabó el miedo (no en todos, pero en muchos) por SARS-CoV-2, por COVID. Eso lo aplaudo. Pero no ha acabado lo que propició el miedo. Si ya no vende la historia del coco-COVID, entonces pueden impulsar la historia del coco-gripe-aviar o del coco-Marburg. Y sería realmente triste que muchos ‘caigan’ de nuevo en la trampa. No importa el patógeno involucrado (SARS-CoV-2, Marburg, Influenza AH5N1, o el que quieran); no importa su ganancia de función que los lleve a ser más virulentos; lo que importan son dos cosas: 1) el que pueda comprender la gente que, si no los frenamos, quienes pudieron crear a SARS-CoV-2, no tendrán empacho en crear un nuevo agente, y 2) que lo relevante es el estado de salud de la gente, el estado de su sistema inmune, que – a su vez – está relacionadísimo con tantas cosas asociadas con los hábitos de vida de la gente. Recuerden, ¡el terreno importa, y mucho! Así que cuiden su terreno: su nutrición, sus micronutrientes, su estado anímico, sus pensamientos, su cuerpo, hagan deporte, expónganse razonablemente al sol, procuren la salud mental, duerman bien, y no importará cuál coco fabriquen (literalmente) para aventarle al humano. Espero que este texto sea de utilidad para ustedes. Les mando saludos, Karina AW Publicación original: https://t.me/akashacomunidad/2492